La curiosidad mató al gato. Eso dicen...
Y yo me lo creo totalmente. Quizás sólo sean burdas
difamaciones, quién sabe, pero cuando el río suena es que algo de verdad hay en
ello. No creo que todos los que lo afirman, y son muchos, estén equivocados.
Además, los antecedentes
de la curiosidad no dicen mucho en su favor. Vamos, que un poco asesina sí que
es. Es posible que el gato, fuera curioso además de felino, y se metiera donde
no le llamaban, pero no me negará que la curiosidad se pasó tres pueblos.
Habría bastado con que le metiera debajo del grifo y le diera un escarmiento al
pobre gato, pero cuando se es de gatillo fácil, se pierden los papeles con suma
facilidad.
Y cuando se es un poco asesino y se pierden los papeles, no
se queman las patatas, no, si no que alguien muere. En este caso el gato, pero
podría haber sido usted mismo, que no anda a cuatro patas, pero curioso también
lo es un rato, porque si no a ver a qué cuento está leyendo esto. Bueno, igual
estoy equivocado. Quiero decir que a lo mejor me equivoco y usted sí que anda a
cuatro patas. Si es así da igual, no importa, está científicamente demostrado
que se puede ser igual de curioso andando a cuatro o a dos patas. Y si no que
se lo digan al pobre gato, que no tuvo tiempo ni de maullar un “perdón, sólo
pasaba por aquí…”.
Lo que aún no ha sido determinado, es si el acto llevado a
cabo por la curiosidad, fue perpetrado con premeditación y alevosía, o si, por
el contrario, sólo fue el resultado de un acto involuntario que desembocó en
accidente. La naturaleza del acto, determinará si dicho acto es considerado
asesinato o, por el contrario, simplemente un gaticidio. Todo está bastante
confuso, pero pensando un poco, solo un poco, llegaremos a la conclusión de que
para matar a un gato, que todo el mundo sabe que los gatos tienen siete vidas, hace
falta perseverancia, lo cual implica una cierta intención de cometer el acto.
En realidad implica tener toda la intención.
Claro que, para llegar a esa conclusión, deberíamos
confirmar antes que el gato no había consumido ya sus seis primeras vidas, lo
cual, querido amigo, resulta una labor bastante complicada dado el anonimato
del gato. Si se hubiera tratado de un gato famoso, como por ejemplo Garfield o
el Gato con botas, de los que se tiene una referencia bastante completa de su
biografía, podríamos haber llegado a una conclusión más o menos acertada, pero
siendo un gato anónimo, no creo que eso sea posible.
Compadezco al juez a quien corresponda juzgar el caso,
porque me da en la nariz que testimonios de testigos fiables va a tener pocos,
por no decir ninguno. Usted haga lo que quiera, pero yo me estoy planteando muy
seriamente alejarme de la curiosidad.