¿A quién no le ha pasado que se le tranque una puerta de
casa? Si no le ha pasado aún, no se preocupe, ya le pasará, seguramente cuando
menos se lo espere.
A mí me pasó el otro día. Berrinche de mi hijo que,
totalmente ofuscado, se metió en su habitación dando un portazo. Servidor, que fue
detrás de él, intentó abrir la puerta constatando que no se podía abrir. Ni
desde fuera ni desde dentro, quedando mi hijo encerrado en compañía de su hermana,
dentro de la habitación de ambos. A sus nueve añitos, se lo tomaron con mucha
calma y no cundió el pánico, ya que, tal y como conté en este otro post, mi
relación con las puertas trancadas, no pasa por su mejor momento, pero esta
vez, no terminé utilizando el método para abrir puertas patentado por la
policía, es decir, patada brutal. No, esta vez pensé.
Afortunadamente, todos tenemos un cuñado Mac Gyver que si que sabe desenvolverse en este tipo de situaciones, carpintero para más señas y
capaz de desmontar un marco en un santiamén. Así que no me extenderé en mi
incapacidad si no en lo que pasó una vez abierta la puerta. Mi hija, como ya he
dicho antes de nueve años, con una sonrisa de oreja a oreja, nos entregó un
papel escrito. Reproduzco a continuación, íntegramente, el contenido de aquel
papel:
“30 de Enero 2015.
Hoy Adrián y yo nos hemos quedado
atrapados en nuestra habitación. Todo esto ha pasado porque mi hermano dio un
portazo, mi madre y mi padre intentaron abrir pero no lo consiguieron así que
tuvieron que llamar a mi tio y me imagino que pensaréis que mi tio es cerrajero
pero no lo es. Mientras que mi tio venía desde Santander mis padres lo
siguieron intentando mientras Adrián y yo intentábamos ayudar. No se como lo
hizo mi padre pero consiguió que la manecilla empezara a dar vueltas. Adrian y
yo la estábamos girando desde dentro y nos estábamos partiendo de la risa
porque mi padre le dijo a mi hermano que golpeara la puerta y Adrián cogió el
balón y empezó a dar golpes a la puerta ¡Viva ha llegado mi tio!
No estoy segura pero me parece
que han usado un martillo. Y ahora un taladro ¡Madre mía sacarme de aquí!
¡socorro! Esto me empieza a dar mal rollo. Otra vez el taladro. Me estoy
aburriendo mogollon y encima son las 11.35 de la noche. Y de repente ¡viva la
puerta esta abierta!”
Juzguen ustedes, pero me da a mí,
que mis genes están empezando a hacer efecto en mi hija, y que ésta ha heredado
mi enorme capacidad para escribir tonterías… Eso sí, he corregido las faltas de
ortografía, porque los genes ortográficos aún no le han hecho efecto…