21 de marzo de 2017

Reto 5 Líneas.




Como todos los meses, Marzo nos trae un nuevo Reto 5 Líneas de la mano de Adella Brac. Si me descuido un poco más se me acaba el mes…

En este caso, las tres palabras a utilizar son:  “estudio”  “edición” y “planeada” , y éste es mi simulacro de microrelato:

 “Su mundo estalló en mil pedazos cuando terminó de ver el telediario primera edición. La estafa planeada durante meses, había sido filtrada a la prensa por alguien de su confianza. Hacer un estudio, para intentar averiguar quién de sus tres cómplices le había traicionado, le pareció inútil. Sabía que su vida ya no valía nada. Recordó el segundo cajón de su escritorio y lo que allí guardaba: un revólver con una sóla bala…”







 

9 de marzo de 2017

La Lobotomía.

Lobotomía: La lobotomía cerebral es un tipo de psicocirugía, consistente en la sección quirúrgica de uno o más fascículos nerviosos de un lóbulo cerebralbla bla bla… y bla bla bla…  No voy a extenderme más en lo que es una Lobotomía, para eso ya está la Whikipedia.




El caso es que, en los tiempos que corren en la actualidad actual, algunos deberían pensarse seriamente que les practiquen una lobotomía bastante profunda. Y en previsión de que esos mismos personajes no se hayan percatado, yo me encargaré de hacérselo saber. Inicio hoy la sección “La Lobotomía”, una sección en la que, con una frecuencia relativa, presentaré a un personaje que, como consecuencia de sus actuaciones, o mejor dicho, de sus desafortunadas actuaciones, son merecedores de tal intervención…

En esta primera entrega, el personaje merecedor de una Lobotomía es Mercedes Milá.




Me cae bien, la verdad, siempre la he considerado una buena profesional, pero su desafortunada intervención en el programa de Risto Mejide, en el que “debatía” con el bioquímico J. Miguel Mulet sobre la enzima prodigiosa, tuvo más de comedia que de debate. Tras una trabajada exposición del tema por parte del bioquímico, que digo yo que algo debe saber del tema, Mercedes le respondió con un único e importante argumento: “tienes que adelgazar, estás gordo”…

Yo no entiendo mucho de enzimas, no más allá de que estar encima, en según qué situación, resulta más aliviado que estar debajo, y por lo que se ve, dado su argumento, parece ser que  Merdedes Milá tampoco anda muy sobrada en conocimientos de enzimas. No sé en qué momento, Mercedes mutó de buena periodista al personaje que se ha visto obligada a adoptar. Supongo que fue durante una pausa publicitaria del programa de investigación “Diario de…” y despertó debajo de un edredón de la casa de Gran Hermano, allá en Guadalix de la Sierra, cuyos aires parece que no la sentaron nada bien, y creyendo que la vida real es como la que viven en aquella casa. Nunca entendí muy bien, porqué una buena profesional como ella se prestó a tal desaguisado.

Por todo lo expuesto anteriormente, recomiendo a Mercedes Milá que se practique una Lobotomía y vuelva a ser la excelente periodista que siempre fue.




6 de marzo de 2017

Erase una vez...

Erase una vez, no dos ni tres, si no una sola vez, una lugareña llamada Belinda, que habitaba sola en el bosque.

Un bosque cualquiera, de esos que tienen árboles, animalitos y quizás también un río. Y digo quizás, porque también es posible que no hubiera ningún rio, y como el cuento no  hace ninguna referencia a supuestos ríos por ningún lado, dejaremos su posible existencia en una mera suposición.

Dicho bosque se encontraba al norte del país. De algún país. No, tampoco sé de qué país se trata, pero no se preocupe porque no tiene la más mínima trascendencia en el devenir del cuento. El desenlace podría haber sucedido en cualquier país del mundo y parte del extranjero y habría sido el mismo.

Dicha lugareña, cuyo nombre respondía al deseo de sus progenitores, y al de su abuelita también, cuando imploraban “be linda” (sé linda, para los agnósticos, en aquel país se hablaba el Spanglish) no la quedó más remedio que ser linda… y se quedó con Belinda como nombre. Porque afortunadamente para ella, fue linda.

O desafortunadamente, quién sabe, porque el hecho de ser tan tan… guapa (empecemos a llamar a las cosas por su nombre), fue la causa de que, desde temprana edad, viviera sola en el bosque. Sus padres, muy “protectores” ellos, y también poco inteligentes, todo hay que decirlo, decidieron que de esa manera, podrían evitar que los moscones en forma de ciudadanos de a pie, la acosaran con sabe Dios que deshonestas intenciones.

Y a tal efecto, construyeron una casita en el bosque, dotándola de todo lo necesario para que la moza se sintiera cómoda, trasladándola a su nueva morada a la tierna edad de catorce años. De cuando en cuando, sus padres se acercaban a visitarla y reponer su despensa, comprobando con el paso de los años, cómo Belinda crecía hermosa y lozana, cumpliendo la mayoría de edad ajena al mundo exterior.

Anhelaban sus padres, sacar partido a su belleza, e intentar casarla con el príncipe de aquel país, con el noble motivo de salir de la pobreza. Instruyeron a Belinda haciéndola crecer con la idea de que tenía que casarse con el príncipe. No, no era un príncipe azul, eso sólo pasa en los cuentos. Bueno, mejor dicho en otros cuentos, en éste no, el príncipe de éste cuento era de color blanco caucásico, tan blanco que podría pasar por un plebeyo más, y de quien lo único que conocían los plebeyos era su gran riqueza. Su belleza era una incógnita para ellos, más una x que una y, pero les bastaba con su patrimonio para cumplir sus intenciones.

Por su parte, el príncipe, anhelaba casarse con una bella princesa, pero como quiera que en aquella época, y en éste cuento, la belleza era bastante escasa entre las princesas de los reinos colindantes, simplemente anhelaba casarse con una bella doncella. Resultaba un tanto superficial, bastante superficial diría yo, y desentendiéndose de intentar descubrir la belleza interior de dichas princesas, las desestimaba una y otra vez, muy a disgusto de sus padres, que empezaban a cansarse ya de organizar y pagar banquetes reales en busca de unir coronas.

Como todo príncipe que se preciara de la época, tenía un caballo blanco también blanco caucásico, para no desentonar con su jinete, con quien solía dar largos paseos, seguido a veces, las más, de un séquito de corceles negros montados por sendos criados que le proporcionaban escolta. Eran órdenes del Rey, y aunque no era estrictamente necesario, dada la bonanza de todos los lugareños (en este cuento no hay maleantes), dicha escolta proporcionaba una seguridad emocional más que conveniente. Trataba de evitar con ello el  Monarca, que alguna lugareña caza fortunas atrajera la atención del joven príncipe.

Sin embargo, el príncipe, muy travieso él, de cuando en cuando, conseguía escabullirse del palacio, sabe Dios con qué intenciones, y dando esquinazo a la escolta, se alejaba cabalgando campo a través para, una vez lo suficientemente alejado, caminar tranquilamente por los prados, pensando en lo que quiera que piensan los príncipes jóvenes y solteros sin compromiso. Todo esto, era del perfecto conocimiento de los padres de Belinda, que vieron en esas ocasiones de soledad del príncipe, una oportunidad única para llevar a cabo sus intenciones…  


Continuará…





1 de marzo de 2017

Hacerse oír...

Hacerse oír es necesario. Conseguir que los demás te escuchen, si quieres que los demás sepan lo que piensas y, además, porqué lo piensas, suele ser un acto aconsejable, a la par que recomendable.

Recomendable y aconsejable, sobre todo, si lo que tienes que decir es interesante y relevante para la salvaguarda del bien común. Si no es así, uno corre el riesgo de quedar como el culo, que también se hace oír de cuando en cuando, para soltar… flatulencias sin sentido por su estrecha boca. Y últimamente hay demasiada gente que lo hace. Quiero decir que hay demasiada gente que suelta flatulencias sin sentido por su estrecha boca… y queda como el culo.

No sé qué pensará usted, pero hacerse oír, para decir algo que todo el mundo de este planeta, y parte del universo, ya sabe de nacimiento, como que “los niños tienen pene, las niñas tienen vulva”, no sólo me parece irrelevante e innecesario, sino que también me parece una flatulencia totalmente absurda. Vamos, lo que se viene llamando “un pedo mental”. Tan cierto y absurdo, como hacerse oír para decir “el agua moja” o “Jordi Hurtado no envejece”.

El tema no pasaría de una mera anécdota, con la que reírse de sus protagonistas, si no fuera porque quien se hace oír con semejante tontería, lo hace guiado por una motivación tan indignante: el rechazo a quien hace uso de su libertad para elegir su sexo. La continuación de su mensaje “si naces hombre, eres hombre, si eres mujer seguirás siéndolo”, está cargado de intolerancia y fobia hacia los transexuales.

Me gustaría saber cuál es el motivo que le lleva a “pensar” así y hacerse oír lanzando ese mensaje. Quizás todo sea producto de una posible frustración, sufrida cuando su pareja decidió cambiar de sexo, dejándolo con un palmo de narices y usted lo haya traducido en fobia hacia los transexuales. Es posible, igualmente reprochable, pero posible. Porque si ese fuera el motivo, debería usted cambiarse también de sexo y retomar la relación, o si lo prefiere, volverse homosexual. Piénselo bien. Ni siquiera tendría que hacerse oír para declarar su amor por su pareja, porque ya quedaría sobradamente demostrado con su acción…  

Si no es así, si lanza ese mensaje sin ninguna razón personal que lo haya dejado afectado, a usted, que se hace oír para soltar semejante flatulencia por su estrecha boca, yo le digo: ¿y a usted qué coño le importa lo que cada cual haga con su pene o su vulva o, en definitiva, con su vida? ¿Acaso es usted menos feliz porque alguien, a quien ni siquiera conoce, necesita cambiar su sexo para sentirse realizado? ¿No tiene usted un motivo más noble o una causa más justa para hacerse oír? Supongo que no. Supongo que la gente como usted, tiene demasiado tiempo libre y la suficiente intolerancia para buscar causas tan absurdas como ésta.


Eso sí, le pido por favor, que la próxima vez que quiera hacerse oír, lo haga en su casa y, a ser posible, hágalo bajito para que nadie le oiga, así no correrá el riesgo de quedar como el culo… ni provocará que nadie tenga que taparse los oídos…