31 de marzo de 2015

El alcohol y sus propiedades.

“La noche me confunde”, dijo ese gran pensador contemporáneo, Dinio.

Parece una gran cita, pero sólo es una frase dicha en un momento de sobriedad extrema, que suena a disculpa, por las continuas extravagancias nocturnas de dicho personaje y sus aventajados discípulos.

Y entiendo que se refiere al término “noche”, englobando en él a todo lo que la rodea y acompaña, porque la noche, por sí sola, no confunde a nadie que esté en perfectas condiciones. Vale que sea oscura, sobre todo donde no hay farolas, pero, amigo Dinio, la noche no hace que veas dos farolas donde sólo hay una, ni que Carmen de Mairena te parezca un pibón. Tampoco hace que confundas el servicio de señoras con el de caballeros, ni mucho menos que confundas la bufanda de una señora con el papel higiénico…

Todo eso lo produce el alcohol… y todas esas sustancias psicotrópicas susceptibles de consumir. Eso si que nos llega a confundir enormemente. Y a parte de todas esas confusiones detalladas más arriba, también confunde  nuestras sensaciones físicas, tal y como no enterarnos de que nos están pisando, o que nos están transportando en una carretilla cogida prestada en una obra cercana… o de que nos han apuñalado.

Eso es lo que le aconteció recientemente a un hombre madrileño, quien “confundido”, o mejor dicho aún, “bastante confundido”, siguió tomando copas durante varias horas, tras haber recibido seis puñaladas en una pelea acontecida horas antes.

Este hombre puede decir tranquilamente, no sólo que la noche le confunde, sino que además, el alcohol le salvó la vida. Porque, este buen hombre “confundido”,  seguramente se habría desangrado, si por los agujeros de las puñaladas hubiera salido sangre. Pero, afortunadamente para él, en vez de sangre, durante horas estuvo saliendo cubata, o lo que quiera que fuera lo que hubiera bebido.

No llegó a desangrarse porque durante horas estuvo sangrando alcohol en lugar de sangre. Bueno, en realidad, deberíamos decir que estuvo alcoholando alcohol, ya que sangrar, lo que se dice sangrar, es el acto de perder sangre, y si no se pierde sangre, no podemos hablar de sangrar… Y no fue hasta bien entrada la madrugada, y una vez que se desalcoholó completamente, cuando empezó a sangrar, sangre por supuesto, y sus compañeros de fatiga se percataron  de ello al ver su ropa manchada del rojo elemento. Porque hasta entonces, el alcohol no había manchado las ropas del “confundido”, y esa es otra propiedad del alcohol, sobre todo cuando se pierde por las heridas… No señores, el alcohol no mancha. Quizás el no ingerido manche, y también quizás el ingerido ensucie por dentro, pero el que se pierde por las heridas… no mancha.

Finalmente, el hombre, ya menos confundido, acertó a percatarse de la situación sentenciando “el alcohol me ha salvado la vida y le estaré eternamente agradecido”… 

Otra gran cita de un nuevo pensador contemporáneo…





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