Hacer tiempo…
Es una expresión que utilizamos con relativa frecuencia en
nuestra jerga habitual. Y no sólo eso, si no que además, se nos suele dar bastante bien
“hacer tiempo”, sin que sea necesario tener una cierta habilidad para llevarlo
a cabo.
Pero… ¿qué hay de cierto en ello? Porque hasta donde mi
enorme ignorancia alcanza, a día de hoy, no creo que sea posible fabricar
tiempo, y sin embargo, somos capaces de afirmarlo con total conocimiento de
causa, como si fuéramos unos auténticos expertos fabricando tiempo y creáramos
minutos como el que fríe churros, a ritmo de minuto por minuto…
Y además, tiene gracia que “hacer tiempo”, o lo que sea que
nosotros entendamos por “hacer tiempo”, sea una de las pocas cosas, que podemos
hacer mientras hacemos… cualquier otra cosa. Es decir, hacer dos cosas a la
vez. Si es usted hombre, claro. Si usted es mujer, hacer tiempo será algo que
podrá hacer mientras hace otras dos cosas a la vez… por lo menos.
Si nos paramos a pensarlo, normalmente acostumbramos a decir
frases como, por poner sólo un ejemplo: “podemos hacer tiempo tomando un café”
ó “podemos disfrutar un rato sexualmente mientras… hacemos tiempo”. Y esa es
otra característica común que habitualmente rodea al acto de “hacer tiempo”: que
es una actividad bastante satisfactoria, independientemente de que se consiga
fabricar más o menos minutos. Eso lo dejaremos para la estadística dependiendo
del “aguante” que tenga cada uno haciendo tiempo. A algunos les sobrará tiempo
y a otros les faltará, pero… qué quiere que le diga, si a usted le falta
tiempo… haber hecho más tiempo.
Pero sin embargo, lo más curioso es que, la mayoría de las
veces, por no decir todas, hacemos tiempo… perdiendo el tiempo, por lo que no
es de extrañar… que nos quedemos sin tiempo. Y por el contrario, paradójicamente,
si no hacemos tiempo y nos dedicamos a lo que nos tenemos que dedicar… nos
sobrará el tiempo, para después poder perderlo a nuestro antojo, lo hayamos
hecho o no.
En definitiva, mejor no pensar en el tiempo… porque acabará
lloviendo.