Nuestro animalito de hoy es, además de peculiar, multicolor (sí, como el país de la abeja Maya), y su color dependerá del color de sus plumas… Puede ser de cualquier color… menos negro. Debe ser que nunca se ponen de luto…
Pertenece a la familia de las aves, por que vuela (cuando quiere, cuando no quiere está con las patas en el suelo, en un árbol… o en el hombro de algún pirata), y también pertenece a la familia de los contertulios de “Sálvame”, porque no calla…
Su pico, curvado hacia abajo, muestra claramente el afán de sus dueños por callarlos, intentando cerrarle el pico a la fuerza, aunque éstos han sabido adaptarse a tal contratiempo y son capaces de hablar incluso con la boca llena. Al igual que sucede con los niños, hay que tener mucho cuidado con lo que se dice delante de ellos, porque nos pueden poner fácilmente en un apuro cuando menos lo esperemos. Si usted tiene un loro en casa, le recomiendo que no hable mal de su suegra delante de él. Quiero decir delante del loro, no de su suegro, porque seguramente lo repetirá… el loro. Su suegro también dándole la razón.
Todo ello propició, que quien tuviera un loro, debiera “estarse al loro”. Y era éste un dicho, que tomaba sentido cada vez que dos personas mantenían una conversación delante de un loro. Quien se percataba de ello, avisaba al otro diciendo: “estate al loro, que este todo lo casca…”.
Es, por lo tanto, una de las pocas especies animales que tiene la propiedad de hablar. Pero a pesar de ello, curiosamente, y por mucho que usted se empeñe, un loro nunca pensará lo que dice, ni dirá lo que piensa, lo que le convierte también en una de las pocas especies animales hipócritas, porque se limitará a decir lo que usted le diga, que además es lo que usted quiere oír. O lo que su dueño quiere oír, porque seguramente usted no tenga un loro en casa.
Podría contaros muchas más cosas sobre los loros, pero eso… que lo hagan los de National Geographic…