17 de enero de 2011

Crónicas Chumbescas. Capítulo 8.

Lea antes esto (si no lo ha hecho ya).


Adaptarse a un cambio tan importante en sus vidas, no fue nada fácil para nuestros protagonistas. Superado el trauma inicial provocado por los viajes en autobús, se enfrentaban ahora al reto de compartir aula con un buen número de alumnos de ciudad (como Jason les llamaba), y no era nada difícil distinguir a unos de otros. A simple vista, bastaba con echar un vistazo a su indumentaria, para llegar a la conclusión de quien era de ciudad y quien no… Ahora bien, si se llegaba a conocer más profundamente a cada alumno, la certeza de quién no vivía en la ciudad era aún mayor…

Los profesores tenían en cuenta tal circunstancia, e intentaron concienzudamente integrar en la dinámica escolar a los alumnos que provenían de fuera de la ciudad. No fue fácil, es más, fue difícil. Y no porque los nuevos fueran unos inadaptados, que lo eran, si no más bien por los tontos prejuicios que tenían los alumnos que vivían en la ciudad. Por alguna extraña razón, se creían superiores a sus nuevos compañeros y se lo recordaban continuamente con desprecios. Pero ello no hizo mella en Higor y el resto, de hecho no era nada nuevo para ellos, acostumbrados a que les sucediera en su propio pueblo, casi que lo estaban esperando, así que se limitaron a seguir con su vida como si nada.

Al cuarto día, nuestros amigos por fin pudieron comer en el comedor del instituto. No es que nadie les hubiera impedido comer allí, pero hasta ese día no le habían podido encontrar, y ya casi habían perdido la fe cuando Micky se perdió buscando los lavabos y se dio de bruces con un letrero que ponía “Comedor”. Impresionado por su hallazgo, se lo dijo a sus compañeros, quienes saltaron alborozados celebrando el extraordinario descubrimiento. No obstante, sus limitados recursos económicos, les obligaba a llevarse la comida de casa, aunque al menos podían disfrutar de su comida bajo techo en los días en que la climatología les daba la espalda.

Un día cualquiera de la segunda semana, mientras comían en el comedor, se percataron de que dos mesas más allá de la suya, una chica hacía lo propio en la más absoluta de las soledades. Enseguida llegaron a la conclusión de que debía tratarse de alguien marginado por vaya usted a saber qué motivo. Intrigados por tal suposición y tras debatir durante unos minutos, decidieron intentar un acercamiento para averiguarlo. Fue, cómo no, Jason quien se encargó de llevarlo a cabo, y lo decidieron así por ser éste quien se desenvolvía con más desparpajo a la hora de sociabilizar. Se levantó y se dirigió hacia ella con paso firme y decidido, y al llegar hizo gala de su facilidad de palabra diciendo: “Hola.”

Ella levantó su mirada lentamente. Una mirada tan ausente como su higiene, hecho que no pasó desapercibido para Jason, quien por mucho que fuera granjero y estuviera acostumbrado a ciertos olores, no dejó de sentirse extrañado, y al mismo tiempo, le facilitó su segunda frase, que en realidad fue una pregunta: “¿Eres granjera?”… (Jason siempre fue de pensamiento retardado y nada más formular la pregunta pensó “yo soy granjero y no huelo mal, ¡mecachis!...”) Pero la chica ni se inmutó, siguió mirándole como si estuviera en otro mundo y tras unos segundos interminables para Jason le preguntó, iniciando así la siguiente conversación:

Chica- “¿Siempre inicias así todas las conversaciones?

Jason- No, te lo he preguntado porque hueles mal… (de nuevo se arrepintió casi instantáneamente). Quiero decir que hueles como yo… a granja.

Chica- ¿Y a ti también te han cortado el agua de la ducha?

Jason- Sí, pero no importa, porque en la granja reutilizamos el agua. Nos pasaba tan a menudo que mi padre tuvo que idear un sistema de autoabastecimiento… Entonces… ¿a ti te lo han cortado?

Chica- No, se lo han cortado a mi vecino, yo ni siquiera tengo agua en casa.

Esbozó una ligera sonrisa al comprobar que Jason se había quedado perplejo porque no se podía explicar tal circunstancia, te podían quitar el agua, pero no tenerlo nunca….

Chica- Me llamo Mariela ¿y tú?

Jason- Yo me llamo Jason, y… (haciendo un esfuerzo extra, ya que nunca pensó que la conversación llegara tan lejos)… y me preguntaba si querrías sentarte conmigo y mis amigos…

Mariela- No sé… (girando la cabeza echó un vistazo hacia donde se encontraban aquellos tres granjeros, quienes en un intento baldío de disimular desviaban su mirada precipitadamente). ¿Ellos también huelen mal?... quiero decir… ¿ellos también huelen a granja?...

Jason- (entusiasmado)… ¡Sí!...!Sí!...incluso peor, ya lo verás….



Con aire dubitativo, y lentamente, Mariela se levantó de su asiento y cogiendo su bandeja siguió a Jason en dirección a la mesa donde esperaban Higor, Micky y John, tan impacientes como nerviosos…

Continuará...


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