Continúo el hilo de la anterior entrada del mismo título pero sin los dos palitos, porque es un carrete que da para mucho.
La incapacidad para aprender de los errores, o en su defecto, la no utilización de los conocimientos adquiridos, lo cual no sé qué es peor, ya está expuesta en dicha entrada, pero son muchas más las razones que demuestran que la supuesta superioridad intelectual del Hombre sobre el resto de especies animales es sólo eso… supuesta, porque la realidad nos demuestra lo contrario.
En un mundo, donde actuar con racionalidad se me antoja un requisito fundamental para la supervivencia, el Hombre demuestra continuamente darle la espalda a cualquier raciocinio, actuando en muchas ocasiones con un marcado carácter destructivo, e incluso autodestructivo. Acciones que ponen en entredicho nuestra intención por subsistir y alejarnos de la extinción de nuestra especie, de la que sólo nos salvamos por ser una especie muy numerosa. Hablo en general, porque no todos los individuos poseen ese carácter destructivo, pero son demasiados quienes lo llevan en sus genes, como para pensar que carece de importancia.
La única razón que se me ocurre para justificar el despropósito humano en relación con el resto de especies, es la complejidad de su mente en comparación con la simplicidad de la mente animal. Podemos suponer que cuanto más complejo es algo, más posibilidades hay de que falle alguno de sus mecanismos, y más fácil es que el sujeto desvaríe hacia actitudes incontrolables. La sencillez de la mente animal, provoca que sus actos sean bastante más previsibles que los de un humano, cuya mente puede tener en cualquier momento una fuga por cualquiera de sus múltiples resquicios, provocando una manera de actuar tremendamente variable y completamente imprevisible según el sujeto a quien tengamos delante.
Somos una de las pocas especies, que utiliza la violencia para fines banales. Nada que ver con casi todas las demás especies animales, que sólo la utilizan para alcanzar fines tan nobles como la supervivencia ó conseguir una hembra con la que aparearse, lo cual también tiene que ver con la supervivencia. Los animales, sólo se mueven por instinto, o lo que se conoce como instinto animal, son fieles a su naturaleza y no le dan la espalda, pero tienen la suficiente nobleza como para actuar todos de la misma forma, a pecho descubierto y de frente, y sólo ponen en peligro a aquellos miembros de su comunidad, que a su vez, representan un peligro para ellos mismos. Me resulta bastante complicado imaginarme a un animal matando vilmente a otros miembros de su especie por capricho, o porque le dio un ataque de locura transitoria. No, su mente no es tan compleja como para patinar de esa manera. La simplicidad de su mente hace que sea más difícil que ésta falle y provoque comportamientos incontrolados e imprevisibles.
La evolución del Hombre, sin embargo, ha desarrollado su cerebro con una mayor complejidad, y gracias a ello se permite la licencia de “pensar” en cosas que a los animales nunca se les ocurriría. Ello nos ha permitido alcanzar una serie de capacidades que están fuera del alcance del resto de especies. Entre tales capacidades, está quizás la más importante, la capacidad de razonar, muy útil cuando se trata de progresar con un buen fin, pero que puede ser desastrosa cuando no se usa de una manera lógica. Son muchos los ejemplares de nuestra especie, que razonan basándose en vaya usted a saber en qué principios, lo cual provoca que sus actos sean en muchas ocasiones incomprensibles para cualquiera que razone medianamente.
Esas capacidades desarrolladas, han traído consigo una serie de cualidades tales como la avaricia, la ira y en definitiva la maldad. Cualidades estas, que es difícil encontrar en otra especie animal. Lo que es curioso es que si encontremos en otras especies las cualidades contrarias, es decir, la generosidad y la bondad, sin que su mente haya sufrido una evolución significativa. Eso significa que el progreso no siempre va en una buena dirección y todo depende de las manos en las que caiga dicho progreso. Dicen que todos esos actos irracionales son producto de desequilibrios mentales, pero nunca se ha visto a un desequilibrado regalando dinero o repartiendo cariño…
¿Deberíamos pensar que, de haber tenido una mente menos compleja, ahora estaríamos mejor? No, tampoco creo que sea eso, pero es una pena que esa rama de nuestra mente llegue a desvariar de una manera tan dañina.