26 de febrero de 2010

Mi anillo.

El otro día, vi en la televisión, más concretamente en la primera cadena, un programa de investigación titulado “No se me caen los anillos”. Trataba dicho programa, de un seguimiento a varias personas, que tras perder su trabajo de muchos años, se veían obligados a trabajar en cualquier trabajo que les surgiera para poder salir adelante. Un tema, que visto así por encima, es capaz de solidarizarnos con los protagonistas, y hacernos llegar a pensar en lo buenos y humildes que son.

Pero al mismo tiempo, si lo analizamos en profundidad, los casos expuestos en el programa, pueden llegar a indignarnos con una facilidad pasmosa, al menos en mi caso han conseguido indignarme.

Primero, porque son capaces de hablar de que no se les caen los anillos, por tener que desempeñar ciertos trabajos. Y yo pregunto: ¿Acaso tales trabajos, no son dignos? ¿Tan humillantes son esos trabajos, que merecen la expresión “no se me caen los anillos”?. Cualquiera diría que las personas que desempeñan esos trabajos habitualmente no llevan anillos porque ya se les han caído… o porque son peores que ellos y tienen un trabajo para seres inferiores…

No quiero meterme con dichos protagonistas, porque simplemente hacen eso, intentar salir adelante como pueden y seguramente ellos no han pedido el protagonismo que les han dado, ni tampoco han puesto el título al programa, pero si con aquellos que les han puesto delante de una cámara para hacerlos parecer héroes, cuando lo que en realidad han conseguido, ha sido ponerlos en evidencia rozando la vergüenza pública.

Porque entre otras lindezas por el estilo, los protagonistas eran interrogados acerca de lo que ganaban en sus anteriores trabajos. Así, pudimos ver como un constructor, un agente inmobiliario y un empleado de aeropuerto, reconocían que durante muchos años, sus ingresos mensuales habían superado los 5.000 y 6.000 euros… Sí, durante muchos años… y ahora se quejan de que no ganan lo suficiente… Hubo más casos, expongo estos tres porque fueron los más llamativos de los cinco expuestos en el programa. Yo no puedo ni imaginarme, lo que sería tener un sueldo de 5.000 euros al mes, ni siquiera la mitad, durante 20 años, me habría dado con un canto en los dientes si lo hubiera ganado un par de meses tan sólo.

Reconocían, a su vez, haber vivido durante todos esos años una vida de lujo y despilfarro, uno había tenido tres pisos, otro una mansión con piscina, y el otro una casa que… mejor me callo…. Ahora en cambio, tienen que “luchar” con unos empleos como el de taxista, basurero y camarero, con unos sueldos que son, para ellos, ridículos e insuficientes para hacer frente al ritmo de vida al que estaban acostumbrados. Al menos ellos, durante 15 o 20 años (algunos más) han podido vivir entre el lujo y la abundancia.
La situación tiene dos lecturas. Una, la ridícula heroicidad que han querido demostrar los guionistas del programa. Otra, la indignación causada en mucha gente, que vive o ha vivido en esa misma situación desde que tiene uso de razón, sin que por ello se le considere un héroe.

Señores guionistas, si lo que querían era demostrarnos que mucha gente que vivía de puta madre ahora ya no vive tan bien, lo han conseguido, pero deberían ser más prudentes a la hora de mostrarnos las “desgracias” de algunas personas y pensar con un poco más de juicio, cómo va a acoger tal desgracia quien ya lleva sumergido en ella muchos años, porque algunas cosas hieren la sensibilidad de quien lo está sufriendo. Desde luego que es una pena perder tu trabajo de toda la vida y tener que pasar el mes con un sueldo de poco más de mil euros, pero ¿y los que llevan así toda la vida?

¿A nosotros se nos caerían los anillos? Os aseguro que a mi, el único que llevo… sigue en su sitio.

22 de febrero de 2010

Aquel Día

Hoy es un día señalado. Hoy, hace 5 años, sucedió algo que cambió mi vida para siempre. Algo que ya relaté en mi post titulado “Aquel día”, y que hoy quiero reeditar para recordarlo una vez más…y para que lo puedan leer todos aquellos que no lo leyeron en su día.



Aquel día.....

Nevaba. Aunque no había nevado en todo el invierno, el día antes por la tarde, empezó a nevar, como si la nieve no quisiera perderse el acontecimiento, e hiciera acto de presencia, para anunciar un día inolvidable.

Nos despedimos, y te dejé en el hospital, sabiendo los dos, que ésa noche era la última. Sabiendo que al día siguiente, todo llegaría a su fin. Te quedaste allí, echada en la cama intranquila, con el temor de que al día siguiente, el día tan esperado por los dos, yo no llegara a tiempo por culpa de la nieve. Y yo me fui nervioso, por el mismo motivo, pero me fui porque así lo habíamos decidido.

Cuando llegué a casa me invadió la soledad. El silencio era sobrecogedor, y sólo por inercia como un autómata, cené y me senté a ver la tele. Pero miraba y no la veía, mi mente estaba contigo, intentando averiguar cómo te sentías, e intentando adivinar cómo sería el día siguiente, aquel que llevábamos tanto tiempo esperando.

Cuando me acosté, tu imagen tendida en aquella cama del hospital se asomó a mi pensamiento una y otra vez, mientras me repetía a mí mismo que tenía que dormir y descansar para poder afrontar un día cargado de emociones. Tardé mucho en dormirme, pero dio igual, el despertador que había programado a las 6 de la mañana, no llegó a sonar, porque mi subconsciente se anticipó a su señal unos minutos.

Mi primer pensamiento del día, fue para ti, y mentalmente te dije “ha llegado el día”. Aún no estaba nervioso, pero sí impaciente por llegar a tu lado. Me preparé, y tras recoger a tu madre y a tu tía, nos fuimos al hospital. Legamos bien, incluso antes de lo previsto, y tú ya estabas despierta. Eran las 7.30 de la mañana, y estabas muy tranquila. Parecía que era otra la que iba a pasar por aquello.

En ese momento, pensé en la valentía que me estabas demostrando, y me pregunté si yo sería capaz de hacer lo mismo en tu situación. Bromeábamos y reíamos, para descargar la tensión, mientras esperábamos a que llegaran los médicos y nos dijeran que ya había llegado el momento y se nos hizo interminable la hora que estuvimos esperando a que llegaran.

Y al fin llegó la hora. Tu madre y tu tía se quedaron a esperar en la habitación, viendo como los dos salíamos y nos alejábamos por el pasillo. Cuando metieron tu cama en el ascensor, te cogí de la mano y me la apretaste, pidiéndome con la mirada que estuviera a tu lado. Tus ojos delataron que tu tranquilidad había desaparecido, al mismo tiempo que apareció en mí, un sentimiento de impotencia por no poder hacer nada, por no poder ayudarte.

Cuando llegamos a la puerta del quirófano, me miraste y te di todo lo que podía darte en aquel momento, un beso cargado de amor y cariño, acompañado de un “tranquila, todo saldrá bien”. Durante mucho tiempo, había mantenido la esperanza de que me dejaran entrar, para acompañarte en aquel momento tan importante para los dos, pero no fue posible. Te perdiste tras aquella puerta y me volví a quedar sólo.

Miré alrededor. Todo lo que vi fue un pasillo de 10 metros de largo por 3 de ancho, una pared a un lado y tres ascensores al otro lado, al fondo una ventana. Y la puerta por la que habías desaparecido, que a partir de aquel momento se convirtió en el objetivo de mi mirada. Unos minutos después de perderte de vista, volvió a salir el celador, que con un tono de amabilidad me dijo: “En una hora aproximadamente, saldré con el niño… ó con la niña”. Yo le dije: “espero que salgas con el niño… y con la niña”. Evidentemente, él no sabía que tenían que salir dos.

Y otra vez la espera en silencio. Nueva espera, eterna, durante la que me recorrí aquel pequeño pasillo de un lado a otro un millón de veces con la mirada perdida. Hasta que salió una enfermera. Me miró y llamó al ascensor. Cuando se abrió el ascensor, me volvió a mirar y se quedó sujetando la puerta, pero no me dijo nada, así que pensé que no tenía nada que ver conmigo. Estuvo así un rato y yo me preguntaba, qué hará allí sujetando la puerta, parece tonta.

Pero todo tiene un porqué y lo descubrí cuando se volvió a abrir la puerta de los quirófanos y, primero, un celador y, después, otra enfermera, aparecen portando una incubadora móvil a la carrera, donde iban dos recién nacidos, me dirigí hacia allí con el ánimo de verlos, pero apenas pude distinguir dos bultos con dos cabecitas, eso fue todo, porque la doctora que asistió al parto me sujetó por el brazo, y me empezó a contar las incidencias mientras me daba un montón de papeles.

Yo la escuchaba sin enterarme de lo que me decía mientras miraba al interior del ascensor, pero enseguida se cerró la puerta y ya no pude ver nada. Entonces le presté atención a la doctora y me dijo con una sonrisa lo único que yo necesitaba que me dijeran: que todo había salido bien, que los niños y tú estabais perfectamente. Eran las 9.30 de la mañana, y ya éramos papá y mamá para alguien.

Estaba feliz, muy feliz e impaciente por compartir dicha felicidad contigo. Pero volví a sentirme sólo, supongo que tan sólo como tú, que estuviste en post-operatorio otras tres horas, y pensé en lo rocambolesco de la situación. En un mismo edificio, tú estabas en una sala donde no podía verte, nuestros hijos en una habitación en la que tampoco podía verlos, tu madre y tu tía en una habitación cuatro plantas más arriba esperando noticias, y yo… dando vueltas de aquí para allá por todo el hospital, acudiendo a los sitios a los que me mandaban a rellenar papeles y más papeles.

Los nervios del momento, unidos a mi caraja permanente, me tuvieron un buen rato buscando el ascensor que me llevaba a la cuarta planta. Cuando al fin lo encontré, subí a dar la buena nueva para tranquilizar a tu madre y a tu tía. Después, para amenizar la espera de nuestro reencuentro, fui a intentar aclararme con todo el papeleo que había dejado pendiente, y para ello, más paseos, más preguntas, y vuelta a preguntar otra vez, porque en mi estado de embobamiento nunca me enteraba a la primera de lo que me decían.

Volvió a llamarme la doctora para decirme que, tras un reconocimiento más exhaustivo, los niños estaban bien. Pero mi preocupación no desapareció hasta que te vi salir del ascensor, en la misma cama en la que cuatro horas antes, habías desaparecido tras la puerta del quirófano. Y sonreíste. No puedo describir con palabras lo que sentí cuando te tuve otra vez a mi lado.

A partir de ahí, visitas y más visitas, y aunque conseguí ver a los nenes varias veces ese día, a través del cristal de la incubadora, la culminación de todo, no tuvo lugar hasta el día siguiente, cuando pudimos subir juntos y tenerlos en brazos por primera vez. Ése momento, en el que estuvimos los cuatro juntos por primera vez, y los días que siguieron, ha sido y creo que será, el más feliz de mi vida, y todo gracias a ti.

Gracias........., te quiero.

Cinco años dan para mucho y para tan poco a la vez....

17 de febrero de 2010

Personaje a examen.

Capítulo 5. Tarzán.

Se trata sin lugar a dudas de un personaje muy singular.


Dicen que fue criado por unos monos que le encontraron abandonado y desvalido en medio de la selva, y que con el paso del tiempo llegó a convertirse en uno de ellos.


Difícil de creer. Si tal afirmación fuera cierta, representó el caso de retroceso evolutivo más significativo de la historia de la humanidad. Pero lo cierto es que, aún no se sabe con exactitud, si se trataba de un hombre-mono, de un mono-hombre, o si simplemente era muy feo.

Pero tuvo un gran mérito, ya que no sólo fue capaz de, al menos, vivir como uno de ellos, si no que llegó a dominar su idioma con soltura y conseguir que le hicieran caso, convenciéndoles para que le dejaran ser su rey a cambio de una plantación de bananas. A partir de ese momento, se hizo conocer como “Tarzán de los monos” (no confundir con “Tarzán el del mono”, porque ese va de un centro de desintoxicación a otro sin necesidad de usar liana).

De él, nunca se podrá decir el conocido dicho “el mismo que viste y calza”, ya que como todo el mundo sabe, ni viste, ni calza, ya que el exiguo taparrabos que porta, no se puede considerar ni siquiera como prenda de vestir, si entendemos como tal a las prendas con las que uno se viste para salir a la calle. No sé ustedes, pero al menos yo no iría a trabajar en calzoncillos, y no lo digo porque sea pudoroso, no, si no lo hago es más que nada por no herir la sensibilidad de todo aquel que se cruzara conmigo por la calle.
Lo cierto es que no le gustaba demasiado andar, quizás fuera por el hecho de ir siempre descalzo, y para desplazarse utilizaba el cómodo medio de transporte, que representaban todas las lianas que colgaban de los árboles. Y lo utilizaba a todas horas, a pesar de que quedarse colgado de tal aparejo le causaba auténtico pavor, como lo prueba el hecho de que no podía evitar lanzar verdaderos gritos de pánico acompañando su balanceo, gritos que por otra parte, servían de aviso a todos los animales para que se apartaran y no se los llevara por delante.

Aparte de todo lo expuesto anteriormente, tuvo también el gran mérito, de conseguir convencer a una bella señorita, que respondía al nombre de Jane, que se encontró perdida en la selva, de que, no sólo se quedara a vivir con él, si no que además se dejara copular por alguien de quien ni siquiera podía asegurar que fuera de su misma especie. Afortunadamente los genes de ella eran más puros que los de Tarzán y sus hijos nacieron todo lo humano que se puede nacer en tales circunstancias…

Pero como todo enamorado, cometió el error de dejarse convencer para abandonar durante una temporada su hábitat natural, trasladándose junto a su compañera (me refiero a Jane, no a Chita), a la civilización menos civilizada que podríamos imaginar… Nueva York. Allí tardó menos de lo que tardó Paco Martínez Soria en pronunciar su famosa frase “la ciudad no es para mí”, y dando uno de sus conocidos gritos, porque volar en avión también le daba pánico, metió a Jane en su maleta (aunque no sé que llevaría en ella porque nunca usaba ropa), se subió en un bimotor con rumbo a la selva, y juró y perjuró que nunca más volvería a ponerse un pantalón…

Pero tras su regreso, el hecho de no volver a ponerse un pantalón, no le garantizó una vida feliz, ni muchísimo menos. El breve contacto con la selva de asfalto y ausente de lianas, le dejó graves secuelas psicológicas. Así, se le podía ver a menudo por la selva intentando dirigir el tráfico, servir como lo haría un camarero de una cafetería, o subido en un troco intentar conducirlo como si fuera un Alfa Romeo Spider, todo ello ante la atónita mirada de Chita, que empezó a registrar toda la choza buscando sustancias estupefacientes entre los enseres de Tarzán…

Tarzán hizo muchas más cosas en su vida, pero eso…es otra historia.

16 de febrero de 2010

Diario de Champions. Cap. 4




Que suene la música.



Tras semanas de impaciente espera, hoy volverá a sonar en ocho estadios europeos ese himno protocolario, que anuncia la presentación de una contienda en pos de sobrevivir en la competición más importante del continente, y además, supone el inicio en la cuenta atrás para llegar al partido final. Sólo seis partidos separan a los dieciséis equipos del objetivo de llegar al último partido, y así poder pelear para proclamarse como el ganador. Son siete vidas que hay que vivir intensamente, quemando una en cada partido como si fuera la última…y no todas en el mismo.


Todos parten con el mismo objetivo, pero como en “Los inmortales”, está claro que sólo puede quedar uno. Eso es lo bonito de la competición, sobrevivir en ella sea como sea. Llega la hora de la verdad para saber quién cuenta de verdad y quién va a ser un mero comparsa. Estas eliminatorias no deciden el ganador, pero sí quién se queda en el camino…


El sorteo deparó una relativa comodidad para los equipos españoles, y digo relativa porque aunque en teoría son superiores a sus rivales, la práctica demuestra a veces que es más difícil jugar contra un rival inferior que contra uno de tu mismo nivel. Al menos tienen eso si, la ventaja que supone decidir la eliminatoria en tu campo y guardarse la posibilidad de enmendar un posible error en el primer partido. De todas formas, y a pesar de la superioridad teórica, veo difícil que cualquiera de los tres resuelva su eliminatoria hoy. Estoy seguro de que sus tres rivales van a ser muy incómodos en su campo y serán partidos muy igualados… Cuando llegue la devolución de visita será diferente, porque los tres bajan mucho de nivel cuando les toca de visitantes. Así pues, preveo partidos igualados fuera de España, pero que los nuestros resolverán con solvencia en casa.


Lo mismo podríamos decir de Bayern y Arsenal. Fiorentina y Oporto no deberían de ser un escollo insalvable para ellos, así que lo normal es que ambos nos acompañen en el sorteo de cuartos de final. Para mi son, junto con los tres españoles, los únicos claros favoritos para pasar, y ni siquiera dejo abierta la puerta de la sorpresa…


Los otros tres equipos que les acompañen en dicho sorteo no son nada fáciles de pronosticar, ya que las tres eliminatorias van a estar muy disputadas. Girondins y Olympiacos son los de menor peso en la competición y uno de ellos va a tener la suerte de tener opción a pasar, cosa que habría tenido muy complicado de haberse enfrentado a uno de los grandes. Al contrario de las otras eliminatorias, esta podría decidirse en el partido de ida. Si el Girondins es capaz de salir vivo del infierno griego tendrá muchas papeletas para pasar. Me decanto más por el Girondins.


Las otras dos eliminatorias, las más igualadas, enfrentan a cuatro de los favoritos al título y dos de ellos se van a quedar en el camino demasiado pronto. De la eliminatoria Milán-Manchester se podría escribir un libro… y no diríamos nada nuevo de ellos. Si me tengo que decantar por uno, lo hago por el Manchester por un pequeño detalle. A parte de jugar el segundo partido en su campo, es un equipo que le imprime un ritmo muy alto a su juego, lo cual, para un equipo lleno de veteranos como es el Milán, puede ser muy dañino.


Y la última eliminatoria es, quizás, la más incierta de todas en mi opinión. Inter y Chelsea son dos equipos iguales en sus métodos, quizás por el empecinamiento de Mourinho en buscar un Chelsea italiano para ganar la Champions. Cuando dos equipos se mueven de igual manera en el campo, pueden pasar dos cosas: que el partido sea un tostón, o que sea un partidazo. Saber cual de las dos cosas va a pasar es imposible, pero si me tengo que decantar por uno, lo haré por el Inter, y esto sí que es más que nada por una cuestión de corazonada…


Así que prepárense para disfrutar del, al menos en teoría, mejor fútbol de Europa… ¡¡Que suene la música!!