31 de enero de 2009

Los Héroes también son raros...

Tal y como dije en mi escrito “Los cuentos, cuentos son.”, también existen ciertos personajes masculinos de ficción dignos de estudio. Vamos a analizar a alguno de ellos, sin que su buena imagen, nos haga confundir la realidad, ya que, aunque cierta imagen tiene una amplia carga de tinte heroico, su personalidad está llena de extravagancias y rarezas múltiples. ¿A qué son debidas esas rarezas? Vaya usted a saber…





Nuestro primer personaje, es el Superhombre por excelencia. Fue el primer metrosexual de la historia, y aunque se equivocó claramente de diseñador, ha servido de inspiración a todos los que se dedican al culto al cuerpo. Sin embargo, posiblemente, además de ser el hombre más fuerte, también es el peor asesorado. Sólo así nos podemos explicar su extraña vestimenta. Porque lo de llevar los calzoncillos por encima del pantalón, sólo puede tener una explicación…, para que no se le ensucien. Lo que no se ha parado a pensar, es que lo que se le mancha, son las mallas esas que lleva debajo de los gallumbos. Además, ese tipo de ropa interior está completamente pasada de moda, lo que supone otro motivo más para esconderlo. También me gustaría saber, porqué un tio que puede volar, lleva todo el día puestas unas botas de agua… No sé vosotros, pero a mi, que tenga que ser un tio así el que me salve de lo que sea, me da escalofríos….





Nuestro segundo personaje, Bond, James Bond, como el dice siempre, al contrario que el primero, tiene la elegancia por bandera. Haga lo que haga, y se meta donde se meta, el tío siempre sale en perfecto estado de revista. Llongueras debería dejarse de experimentos, y preguntarle a él directamente, de dónde coño saca esa súper gomina. Entre sus habilidades, destaca la de abandonar mujeres en la cama a la mañana siguiente de…, bueno de “eso”. Debe de ser que no tiene casa, y si la tiene la usa muy poco, quizás sea que no le gusta hacerse la cama. Lo que no entiendo, es porqué a mi, me obligan a hacerla, y a él, le permiten que se vaya sin más. Por lo que se ve, puede hacer lo que le venga en gana, porque claro, como tiene licencia para todo, incluso para matar…, a ver quién intenta obligarle a que haga la cama…





El tercer personaje, es una mezcla de los dos anteriores. En teoría, es profesor, aunque la realidad, es que deja en mal lugar a dicho colectivo, ya que sus sustitutos, ocupan el puesto más horas que él. Extravagante como Superman y mujeriego con Bond, pero a pesar de eso, no tiene, ni la fuerza del primero, ni la elegancia del segundo. Sale a trompicones de todas las situaciones en las que se ve envuelto, con armas tan sofisticadas, como un viejo revolver con una capacidad de 120 proyectiles, un látigo que lo mismo sirve para usar a modo de liana, como para mantener a raya a las fieras, e incluso para desarmar a los malos, y un súper sombrero, resistente al fuego, al agua, a los atropellos, a los olvidos, e incluso al viento. Los conductores de vehículos públicos huyen de él, porque todos los vehículos en los que se monta, acaban estrellados. De hecho, gracias a él nacieron las compañías de seguros. Es incapaz de mantenerse limpio más de 5 minutos de película seguidos, es el orgullo de Camacho, porque siempre está sudando la camiseta. Aún no sabe que ya se inventaron las maquinillas de afeitar, y a pesar de todo, les sigue gustando a las mujeres…. Quizás su secreto sea, que nunca le abandona su desodorante…





Y por último, éste singular personaje. Aunque su rostro no nos sea conocido, porque nunca ha sido visto en público, se trata de un personaje muy famoso, constituyendo uno de los misterios más perseguidos de la televisión. Se trata, ni más ni menos, que de el famoso Charlie. Sí, aquel al que tres auténticas diosas de la belleza a las que él llamaba “ángeles”, intentaban ver cómo era fracasando estrepitosamente una vez tras otra. Ahora podemos entender, porqué el bueno de Charlie, nunca se dejaba ver en público…

13 de enero de 2009

Historias de la puta Mili.

Para todos los de mi generación, y por supuesto, generaciones anteriores, hablar de la mili, supone, en la mayoría de los casos, recordar una etapa de nuestra vida en la que nos vimos obligados, a vivir de una manera completamente diferente a lo que se entiende como una vida normal.

Algunos, tuvieron la suerte de vivir esa etapa cerca de su hogar, pudiendo volver a él casi todos los fines de semana. A otros nos mandaron lo más lejos que pudieron. Tan lejos, que en algunas ocasiones, no sabía si estaba en España o en Marruecos. Tanto, que muchos lugareños no sabían en qué punto de la península se encontraba Cantabria. Demasiado lejos como para pensar en hacer una visita fugaz a la familia. Así que, sólo pude volver a casa 3 veces en toda la mili, y como os podéis imaginar casi sin tiempo para deshacer el petate. Y me gustaría pensar, que había una buena razón para que a mi me mandaran a Melilla durante 9 meses, pero se me escapa, si es que la había. Quizás fuera idea de Telefónica, que fue, de largo, la única que ganó algo y salió beneficiada de tal desplazamiento…

7 de la mañana. 20 tíos empiezan a aporrear sus tambores bajo nuestra ventana, acompañados de otros 20 tíos a la corneta, tocando diana como si estuvieran en un concurso a la mayor capacidad pulmonar, provocando que saltaras de la litera en estado de shock y corrieras como un pollo sin cabeza hacia tu taquilla. Afortunadamente, una de las cosas buenas que tiene la vida militar, es que, por la mañana, no tienes que pensar qué ropa ponerte. Únicamente, decidir si te pones el traje sucio o el limpio. Y digo afortunadamente, porque si hubiera tenido que pensar un poco más, la mayoría de los días, habría salido a formar en gallumbos, porque allí, todo, absolutamente todo, se hace a la carrera. Y por suerte, y dado el corte de pelo estilo minimalista, tampoco tenía que peinarme, ya que con mi pelo habitual, dicha labor normalmente me llevaba bastante tiempo, al ser un pelo más rebelde que James Dean.


Al tercer día, comprobé alarmado que no me desperté como me despertaba en casa, o sea como se suele despertar todo macho que se precie, con el soldadito firme. Los mandos lo controlaban todo, y tanto es así, que controlaban hasta las erecciones de los reclutas a base de bromuro en el café del desayuno. Pero tras dos días sin tomar el susodicho café, respiré tranquilo al ver que todo volvía a la normalidad.

Tras el desayuno, si es que se le podía llamar así, y para facilitar la digestión, nos cargaban con mochila y fusil, tal y como si fuéramos a tomar Marruecos, nos ponían a desfilar, a reptar por el suelo como si no hubiera escobas para barrerlo, y a tirarnos al suelo y a levantarnos como si hubiera billetes allí tirados esperando a que los recogiéramos. Que hacerlo dos o tres veces, puede llegar a ser divertido, pero cuando lo haces 50 veces seguidas se hace un poco aburrido, y por qué no decirlo, también cansado. Y cuando ya teníamos las tripas asomando por la boca, también a la carrera, nos llevan a comer. Ése era su plan, no para instruirnos en combate y para mantenernos en forma, si no para que comiéramos con hambre y no notáramos lo incomestible de las comidas que nos daban algunos días. Y para que muchos sibaritas, se gastaran el dinero en la cantina del cuartel, donde sí que daban comida aceptable. Afortunadamente, yo era de los que se comía hasta las sobras que dejaba el jabalí, así que al menos ni pasé hambre, ni gasté dinero en comer.

Lo que sí que pasé, allí en Melilla en pleno mes de Julio, fue calor. Sobre todo cuando después de comer, a las 3 de la tarde y con cuarenta y tantos grados a la sombra, nos metían en una sala a darnos soporíferas clases teóricas. Al menos al 95 por ciento de los reclutas, se nos cerraron los ojos varias veces, escuchando aquellas charlas interminables sobre tácticas militares y otros temas de vital importancia, como por ejemplo, como desmontar y montar un fusil sin desgraciarte las manos y sin que se enterara el enemigo, o como levantar una tienda de campaña, sin que se cayera después, en menos de dos horas y sin libro de instrucciones.

Después, sobre las 6 de la tarde y hasta la hora de la cena, tiempo libre para hacer lo que quisiéramos, o mejor dicho, lo que pudiéramos, porque era habitual que después de la paliza matutina, no quedaran fuerzas para nada. Esas horas libres las aprovechábamos para hacer algunas cosillas en la habitación, como por ejemplo la colada. Al menos yo, consideraba innecesario pagar una lavandería pudiendo hacerlo uno mismo en el lavabo del baño. Allí descubrí, que la ropa también se puede lavar con gel de baño, si no te importa que los calzoncillos se queden ásperos como papel de lija… La temperatura del agua daba igual, porque como toda la ropa era verde no podían teñirse unas prendas con otras. Encogerse…, dudo mucho que aquella tela pudiera llegar a encogerse, ni siquiera de hombros….

Después, a intentar cenar sin morir intoxicado, y después al catre a dormir hasta que nos despertaran otra vez la legión de tamborileros y cornetillas en plan bestia…. Vamos, una vida de lo más interesante.


Pero aparte de todos los cambios momentáneos que dicha etapa trajo a mi vida, hubo un importante cambio que permanecerá para siempre en mí. Cambió mi mentalidad hacia la vida militar, ya que antes de vivirlo, no le encontraba ningún sentido. Después de convivir con muchos militares profesionales, personas que llevan media vida viviendo para el ejercito, tengo que decir, que les guardo el mayor de los respetos por lo que hacen y por cómo lo hacen, porque una cosa es jugar a los soldaditos como hacían con nosotros, y otra muy diferente vivir preparado para lo que haga falta y, al menos los militares con los que yo estuve, sí que estaban preparados…..

12 de enero de 2009

Los cuentos, cuentos son.

Estreno el año 2009, bloguerísticamente hablando, y lo hago dudando de si mis neuronas se habrán quedado ancladas en el año pasado, useasé, si me habrán abandonado. Y no lo digo porque la cabeza me pese menos, porque eso es debido exclusivamente a que cada vez tengo menos pelo, sino por los pensamientos que llegan a mi azotea, o más bien a la escasez de pensamientos.

Y ante la escasez de pensamientos, uno navega por esas páginas del mundo internauta, y se encuentra con fotografías capaces de desmitificar al personaje más mitificado del mundo mundial, fotografías como éstas:


Después de observarlas detenidamente, he sacado varias conclusiones.
La primera, es que, a pesar de lo que muchos investigadores sostenían, los 7 enanitos, tras 12 horas tirando de pico y pala, no salían de la mina, cantando alegres y felices, no porque hubieran tomado alguna sustancia dopante, no, si no porque les esperaba en casa cierta señorita. Basta con mirar la foto de Blancanieves, para entender la alegría de los enanitos. Cualquiera en su lugar tendría el mismo estado de ánimo aunque hubiera trabajado 250 horas seguidas. Por otra parte, Blancanieves, merece una mención especial por ser la principal promotora, de la teoría de que en la cama no importa la altura… Muchos bajitos tenemos que estarla eternamente agradecidos. Como veis en la foto, su imagen es bastante diferente a la que nos suelen presentar en los medios, de niña buena modosita y con la mitad del alma en el convento.

La segunda foto, me lleva a la siguiente conclusión. El lobo feroz era una bellísima persona. Se le criticó siempre a causa de engañar a Caperucita haciéndose pasar por su abuelita, cuando la verdad es que, cualquiera en su lugar, se habría disfrazado de abuelita y de cualquier otra cosa que se terciara, con tal de tenerla cerca. Y no me malinterpretéis, que no soy ningún acosador, pero es que….la carne es débil. En realidad, el pobre lobo, después de haber sufrido una auténtica odisea para llegar a su objetivo, ni siquiera tuvo la oportunidad de ponerle la zarpa encima, ya que Caperucita murió de un ataque orgásmico cuando descubrió boquiabierta, que las orejas y los dientes, no eran lo único que el lobo tenía en proporciones desmesuradas. En fin, otro personaje a quien la historia dejó en mal lugar injustamente.

La tercera foto, no es lo que parece. Bueno, si es lo que parece, pero aunque la veamos de espaldas, es un personaje muy conocido por todo el mundo. Se trata ni más ni menos, que de la famosa Cenicienta, sorprendida de esta guisa, resacosa perdida, producto de la fiesta en palacio la noche anterior, y buscando desesperadamente aquello que perdió durante la orgía organizada por el príncipe, y de la que ni se acordó cuando salió despavorida corriendo escaleras abajo sin mirar atrás. Como se puede observar en la foto, no fue precisamente el zapato lo que perdió, si no otra prenda algo más íntima. La pobre Cenicienta, como es pobre, y valga la redundancia, sigue buscando dicha prenda por todas partes, sin tener ni la más mínima idea, de su paradero, y como os podéis imaginar, el príncipe, por miedo a provocar un escándalo, no salió a la calle a probar dicha prenda a todas las lugareñas para ver a quién le encajaba, si no que se la quedó de recuerdo, y la enmarcó como si fuera un trofeo más de caza.
En fin, los mitos, mitos son, y de vez en cuando hay que desmitificarlos un poco. Lo próximo serán personajes masculinos, porque algunos también tienen tela que cortar…. Continuará…