9 de enero de 2008

Maldita primera hora rutinaria

Hoy, como todos los días laborales, suena mi despertador, o sea mi móvil, con cierta melodía preestablecida para tal menester. Son las 7.30, y como todos los días hago caso omiso, a sabiendas de que volverá a sonar nueve minutos más tarde. No creo que pasen ni 30 segundos hasta que me vuelvo a quedar dormido.

Nueve minutos después, segundo aviso acogido por mi somnolienta cabecita con un “jrhtv bpqiuthvm htqh” que despierta a mi señora, la cual y sin previo aviso, me suelta una patada, que gracias a que estoy de espaldas a ella, impacta en mi trasero en vez de impactar en otro sitio más delicado. A pesar de todo, vuelvo a hacer caso omiso, decidiendo esperar al tercer aviso y sigo remoloneando entre las sábanas.

Cuando suena el tercer aviso, es decir a las 7:48, ya no me queda más remedio que levantarme, esperar a un cuarto aviso sería tensar demasiado la cuerda, y tras incorporarme aún con los ojos cerrados, me dirijo al excusable a hacer lo que todos hacemos nada más levantarnos, dicho finamente miccionar copiosamente, pero dado las horas que son y dado que uno todas las mañanas aún se levanta de aquella manera, pues como que me cuesta horrores apuntar en el “agujerito”, si, ya sé que es un agujero grande, pero en esas situaciones se vuelve muy pequeñito, y las posturas que uno tiene que adoptar para que aquello no vaya a donde le dé la gana, me hacen pensar si no podría ganarme la vida como contorsionista profesional.

Tras limpiar las salpicaduras inevitables producidas por el chorro incontrolado a presión mientras esbozo mi segundo “uierhtb`q ytvq8mv utvt9ncm” del dia, me dirijo a la cocina con el ánimo de romper con mi ayuno. Con la típica torpeza por el tembleque producido por el destemple matutino, empiezo a prepararme un par de tostadas. Una vez introducidas en el tostador y sin dejar de temblar pongo a calentar el café. Me quedo embobado mirando como se calienta el líquido elemento, como si nunca lo hubiera visto, mientras recuerdo lo bien que estaba en la cama hace unos minutos. Hasta que se despierta mi sentido del olfato, para apreciar un ligero olor a quemado. Giro la cabeza y también se despierta mi sentido de la vista para observar que sale humo del tostador. Acudo raudo hacia allá, para despertar mi sentido del tacto al sentir que me quemo los dedos, cuando cojo las dos carbonizadas tostadas que pretendía que fueran mi desayuno.

Decido tirarlas a la basura y las sustituyo por un paquete de galletas de chiquilin, mientras esbozo mi tercer “utvhbp qeuhn nercjm vbqyne” del dia, y pienso “éstas no se queman”. Con tanto follón no me he dado cuenta de que el café que estaba calentando, ha hervido. Afortunadamente no se ha salido del cazo porque era muy poca cantidad, así que después de enfriarlo un poco con leche fría, lo hecho en la taza y la dejo en la mesa, mientras escupo mi cuarto “iertuhbp qtvhmcquft8by”. Me dispongo a sentarme con mi característica torpeza matutina, con la mala suerte de que golpeo en la pata de la mesa, haciendo que se tambalee la taza y que la mitad del café caiga en la mesa. Todo ello sumado al dolor que sentía en la rodilla por el golpe, produce que lance mi quinto “urdhbpñ riugbnvuj erihtvgu” a pesar de haber respirado hondo un par de veces.

Tras ingerir una cantidad indecente de galletas, y con complejo de “Triqui” (el monstruo de las galletas de Barrio Sésamo), me desnudo y temblando como un gilipollas me meto a la ducha. Como casi todos los días, se me mete jabón en los ojos, y con los mismos cerrados intento alcanzar la toalla para limpiarlos un poco, con la mala fortuna, de que lo que agarro es la cortinilla, tirándo fuertemente de ella hacia mi.... os podéis imaginar el desenlace, sigo con escozor en los ojos, y además, los dedos del pie magullados por el impacto de la barra que sujeta la cortinilla, y esta vez grito mi sexto “irjhvoñ irtujbq vnwegc” de la mañana....

Como puedo me seco, pero apenas puedo peinar mi poco pelo, ya que no puedo abrir aún los ojos por culpa de lo que me ha escocido el jabón, ya son las 8:15, asi que me visto a toda prisa y cuando me voy a calzar, me doy cuenta de que me he puesto dos calcetines diferentes, y si, mientras vomito mi séptimo “jerh vuirh cnrig” del día, busco alguno de los compañeros de los dos calcetines y me pongo el par que primero ha aparecido su pareja.

Cuando estoy a punto de subirme al coche, me doy cuenta de que no he cogido la cartera, guardada aún en la chaqueta que usé el dia anterior, así que vuelvo a subir a por ella. Afortunadamente vivo en casa, así que no tardo mucho en volver a estar sentado en el coche. Pero cuando voy a arrancar, me doy cuenta de que se me han olvidado las llaves de la oficina. Vuelvo a subir los quince peldaños que tengo hasta la planta alta de mi casa y cojo las malditas llaves, mientras pienso que menos mal que me he dado cuenta. Por fin saco el coche del garage, y cuando estoy cerrando la puerta plegable del mismo, pienso: he cogido el móvil? Bueno, supongo que ya sabéis la respuesta, así que mientras vuelvo a subir las escaleras, mascullo el octavo “kjhton vhgicrco iern ,cj vi njc,vmc kcjgmic”, ésta vez acompañado por el primer “UIER bhvñ irjvg n iegvijc” de mi señora, acompañado de un “ a ver si despiertas ya” con tono malhumorado......, mientras pienso “esa cara de mala hostia es la misma que hace 5 minutos me ha dado un beso de despedida?

Cuando definitivamente subo al coche, son las 8:30, mientras pienso:

“MALDITA PRIMERA HORA DEL DIA RUTINARIA”

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